jueves, 8 de mayo de 2014

La Analogía (sesiones 3 y 4)

Según el diccionario, la analogía es la relación de semejanza entre cosas distintas. Pero en poesía —y en buena parte del arte contemporáneo— esa relación de semejanza se nos presenta velada, invisible a simple vista. El poeta/artista a menudo se limita a detectar y aislar esas "cosas distintas" sin señalar las relaciones de identidad que existen entre ellas. Para que la analogía actúe y se produzca la chispa de sentido, es imprescindible la intervención activa del lector/espectador.
Así, el receptor de poesía y arte contemporáneos ha abandonado su papel de agente pasivo por el de coautor del objeto artístico. Fotógrafos, poetas, cineastas, vídeoartistas y grafiteros han convertido la capacidad del receptor para crear analogías en el fundamento de su trabajo.
Lo visible, la realidad, puede interpretarse como un extenso campo de conexiones poéticas esperando a ser descubiertas. Este taller pretende demostrar que, más que un talento o una destreza, la literatura, la poesía, el arte son una cualidad de la atención. Para ello, se ofrecerán ejemplos y estrategias orientados a interpretar la realidad —ya sea artística o cotidiana— en clave poética. 


Luis Buñuel - Un perro Andaluz (1929)
¡
No os confundáis! No se trata de lastimaros los ojos, sino de abríroslos. En este famoso ejemplo fílmico, salido de la imaginación del cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí, el corazón de la analogía palpita en las imágenes 3 y 5
.

Dedicaremos estas sesiones a descodificar e interpretar los mensajes menos explícitos con algunos ejemplos.  ¿Qué tal estos poemas visuales de Joan Brossa?

Joan Brossa, Sense atzar
  
Siguiendo el imaginativo ejemplo de Brossa, algunos alumnos han compuestos sus propios poemas visuales. Os presentamos dos de ellos:




©Cristina Herrería González, Sentimiento del tiempo
© Cristina Herrería González, Poema visual I


El efecto Kuleshov es un fenómeno del montaje cinematográfico demostrado por el cineasta ruso Lev Kuleshov en la segunda década del pasado siglo. Kuleshov filmó una secuencia de imágenes en la que se intercalaba una toma del actor Iván Mozzhujin con un plato de sopa, un ataúd y una niña jugando. La audiencia ante la que se proyectó el experimento fílmico en los años veinte creyó percibir que la expresión de Mozzhujin cambiaba en cada secuencia (apetito ante la sopa, lascivia en relación con la visión femenina, tristeza frente a la niña muerta), cosa que en realidad no ocurre, pues el plano del actor es único, solo que intercalado, mediante el montaje, con las otras escenas. La lección de Kuleshov consiste en hacernos ver que la manipulación del contexto puede alterar la percepción de la audiencia sobre la expresión facial del actor a través de pensamientos y sentimientos, alterar las percepciones a través de la creación de expectativas. Kuleshov demostró así, además de la importancia del montaje como sintaxis fílmica para impulsar definitivamente la narratividad del lenguaje cinematográfico, otro hecho todavía más significativo para nuestro taller: allá dónde miremos continuamente estamos dotando de significados a la realidad, cifrándola y descifrándola. Avanzamos por ella como a través de un bosque de símbolos. 



Todo mundo poético se configura como un depurado software de imaginación, inteligencia y sensibilidad. Pero para captar los fragmentos de realidad, para atraerlos hasta el campo magnético de la página en blanco, hace falta un poderoso hardware de antenas analógicas y eficaces imanes que llamamos metáforas, símbolos, imágenes, símiles…


© Joan Brossa


 

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